La palabra frívolo no es de uso cotidiano, y supongo que mucho menos entre mis estudiantes. Pero ya se sabe que, cuando estos se enfrentan a un ejercicio escrito, tienden muchas veces a querer impresionar a su lector (o a encubrir su inseguridad) mediante el uso de expresiones que les son extrañas pero que suenan cultas y bonitas. Es la misma estrategia que siguen tantas criaturas de Dios como el sapo, el gato o el pavo real: encarar el peligro exagerando sus dimensiones (en este caso, las de su vocabulario). Como prefiero dicha estrategia a la del calamar, que sustituye la selección equivocada del vocabulario por su sobreabundancia y envuelve la propia inseguridad en densa nube de tinta, yo me limito a dedicarles con cariño el consejo cervantino: “Llaneza, muchacho; no te encumbres, que toda afectación es mala” (Quijote II, 26). Asimilarlo suele llevar años, así que mejor empecemos a repetirlo cuanto antes. Sigue leyendo
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Reverb(er)aciones o cómo inflar hasta los verbos más sencillos
Salía yo desprevenido de mi oficina, y casi me doy de hocicos con un individuo greñudo y barbicaprino, rostro copiosamente engrapado, que me preguntó: «¿Es aquí donde recepcionan los trabajos para el concurso de arte?”.
Debidamente apercibido, quizá hubiera disimulado cortésmente, pero ante lo brusco del encuentro tan solo acerté, libre el instinto, a responder a la agresión con un «no, aquí es donde se reciben» tan cortante como ineficaz.
En el Día Mundial del Síndrome de Down
Con dos días de anticipación, el diario El Tiempo me publicó este artículo. Lo comparto en mi cada vez más paramítica maceta, con título aclaratorio para que no vaya a pensar nadie que trata de la covid. El incorrecto uso de «down» como adjetivo pero en mayúsculas, así como la coma que falta después (o que sobra antes, según se mire) de «a veces», son culpa de la redacción del periódico, que en cambio me dejó pasar el anacoluto de «en caminar».*
*Hoy dicto mi primera clase del año en Lengua y Comunicación, de manera que voy calentando.
Americanos de América y Américas
Muchas veces me pregunto cuántos de aquellos que se encrespan con que se llame «americanos» a los estadounidenses no serán de los que estadounidensizadamente dicen «apreciar» en lugar de agradecer, «versus» y no contra, «tips» en vez de consejos, «full» en lugar de completamente, «fuente de poder» y no fuente de energía, «auch» en vez de ay, «sabes cómo leer» en vez de sabes leer, «foca bebé» en vez de cría de foca…
Otras veces estoy más sereno y escribo articulitos como este.
Buen revalorizador será
– El valor se revaloriza. Suena a trabalenguas pero tal vez sea solo redundancia. O absurdo, porque lo que se revaloriza es el terreno: ¿qué valor tiene el valor? ¿Puede un espejo reflejarse en un espejo? ¿Puede un denario valer más de un denario? Pan con pan, comida de tontos…
– Ya déjalo, mejor escribe aumentará…
Ocurrencias
Lo que lograrán leer
Dirán, como Daniel Pennac, que el verbo leer no admite imperativo, y yo les daré la razón en cualquier ámbito que no sea la universidad. Aquí, si no te gusta leer, no entres, y si no te gusta lo que te dan a leer, aprende a explicar por qué.
Declaro estos principios –si no les gustan, tengo otros– porque me dispongo a hablar de la circunstancia de las lecturas obligatorias de mis cursos, y a muchos se les subirá al vallar de los dientes la frase de Pennac. Lo mismo que a mí: los comprendo y me anticipo, más que por objetarles, por afinidad con ellos. Moi hypocrite lecteur!
Pero vamos a lo que importa. Sigue leyendo
Catalogía
Exalumnis y otras novedades del lenguaje institucional
(Sobre) El castellano de Tarzán
Escolios a un texto implícito (quien lo quiera explícito, pinche aquí)
Para Antonio Guardiola, con gratitud entre otras cosas
Primero: Aun habiendo podido titular la entrada «El español de Tarzán», cambio el nombre del idioma por su sinónimo. En parte, por obvia alusión al título de la página donde se publica el artículo. Y, también, por evitar que algún iniciado en la materia piense que me estoy refiriendo a un individuo de nacionalidad española. En las novelas de Edgar Rice Burroughs recuerdo que aparecían dos. Tarzán el indómito presentaba el hallazgo del cadáver centenario de un aventurero español: no ocupaba mucho pero el efecto era gratamente misterioso. En Tarzán el terrible, en cambio, ya actuaba un compatriota mío, Esteban Miranda, cuyo aspecto físico resultaba ser casi idéntico al del rey de los monos, lo cual lo convertía en un peligroso antagonista. Tardé en conocer la existencia de este personaje ambicioso y traicionero porque el primer lugar donde debería haberlo encontrado, las páginas de Tarzán entre pigmeos (sosa manera de retitular Tarzan and the Ant-Men), su presencia se evaporaba misteriosamente, y eso que en el original generaba una importante trama secundaria. Sin duda fue un caso de patriotera censura o autocensura.
Cuatro siglos de mala escritura
Napoleón en la RAE
Don José Ido sigue clamando en el desierto
Hoy como en 1887, quien tiene su gramática bien aprendida y ejercitada sufre al pasearse por la calle y clama en su rincón sin mucha esperanza. Sobre todo pensando la cantidad de puestos de trabajo que se podrían crear extendiendo la profesión de corrector de estilo, necesaria en toda república. El ay del alma llega hasta el gobierno, a quién si no, como si este no pecara ya de suficientes cosas y que le importan a más gente, analfabetos incluidos:
Andando, andando, le entró de improviso un celo tan vehemente por la instrucción pública, que le faltó poco para caerse de espaldas ante los estólidos letreros que veía por todas partes. No se premite tender rropa, y ni clabar clabos, decía en una pared, y D. José exclamó: «¡Vaya una barbaridad!… ¡Ignorantes!… ¡emplear dos conjunciones copulativas! Pero pedazos de animales, ¿no veis que la primera, naturalmente, junta las voces o cláusulas en concepto afirmativo y la segunda en concepto negativo?… ¡Y que no tenga qué comer un hombre que podría enseñar la Gramática a todo Madrid y corregir estos delitos del lenguaje!… ¿Por qué no me había de dar el Gobierno, vamos a ver, por qué no me había de dar el encargo, mediante proporcionales emolumentos, de vigilar los rótulos?… ¡Zoquetes, qué multas os pondría!… Pues también tú estás bueno: Se alquilan qartos… muy bien, señor mío. ¿Le gustan a usted tanto las úes que se las come con arroz? ¡Ah!, si el Gobierno me nombrara ortógrafo de la vía pública, ya veríais… Vamos, otro que tal: se proive… Se prohíbe rebuznar, digo yo».(Benito Pérez Galdós, Fortunata y Jacinta IX,4)
Frivolidades
En este artículo de Castellano Actual he echado a un episodio de mi vida profesoral toda la magnanimidad y el buen humor que me caben en el cuerpo. Porque no me negarán que, de estas dos imágenes,
afirmar (contumazmente) que la que encarna la frivolidad es la de la DERECHA no es como para decirse que más valdría, en verdad, que se lo coman todo y acabemos…
Porque podemos
Estas enjundiosas citas de Byung-Chul Han, filósofo germano-coreano (sic) contemporáneo a quien yo desconocía, se las debo a mi bien conocido Víctor Hugo Palacios, pensador peruano de la misma época.
La clave: para qué reprimir cuando puedes dar incentivos. Para qué te va amenazar tu amo con un castigo si puede simplemente manifestar su decepción. Qué mayor triunfo para él que lograr tu frustración porque la vida no te deja hacer… lo que no deseas. Sigue leyendo
Connim fuera 129 (sic)
Se lo decía a mis alumnos de Literatura Universal mientras la hubo en el plan de estudios: pocos tipos sociales han cambiado tan profundamente en su apreciación literaria como los médicos. Sigue leyendo
Verbos que duelen
Uno audiciona cosas que lo sorpresan. Visualicen si no me creencian. Lectúrenlo.
Un vicy/o del idy/oma
Género literario
Por medio de esta nota, la redacción de Maceta en el páramo se hace eco del rumor naciente sobre una nueva traducción al castellano de las obras de Enid Blyton. En concreto, de una de las más famosas colecciones infantiles de la prolífica escritora británica. Dicha traducción intentará, en línea con las últimas tendencias pedagogicopolíticas, eliminar el sexismo en el lenguaje para asegurar la plena igualdad entre los niños y niñas, o sea los niños y las niñas, padres y madres respectivamente de las generaciones futuras.
El ser del star
(y de otras faltas)
De una entrada anterior en que mostraba varios errores ortográficos callejeros, ninguno era tal vez más delicioso que el que, mediante la duplicación de la ele final, elevaba la voz “pastel” desde su humilde origen castellano (es decir, tercermundista y morenillo) a la altura de lenguas más cultas y nobles. En un periódico que no identifico y fecha ya no tan cercana, me salta a la cara como larva de alien el siguiente titulín:
Pero no todo es eco del inglés con sus eses líquidas y monosílabos. Una carta de menú académico anunciaba, no hace tantos días, “jamón del pays”. Uno, acostumbrado a que su hueste (integrada siempre por alguna que otra “Ximena”) le escriba “reyna” y “virreynato”, detecta el atractivo del error ya no en el aire fresco del cosmopolitismo, sino en el secreto, añejo y rancio de los orígenes. De unos orígenes en los que se era muy poco exigente con la ortografía, edad dorada que nos echaron a perder los pérfidos Borbones con su Real Academia Española.
De la mano de con quién
La mayoría de hablantes nativos, según escucho a mis alumnos y algunos vecinos, no usa la expresión “ir de la mano de alguien”, sino “de la mano con alguien”. Pienso, medio ocioso como estoy, en las connotaciones de ese cambio de preposición sobre el (creo) uso más extendido en castellano:
a) Desconfianza: podré ir contigo y hasta admitir contacto epidérmico, pero ojo, que la mano es mía (ver entrada anterior).
b) Individualismo: tomo tu mano, pero voy contigo: tú no eres quien me lleva.
c) Entrega (la benévola): lo de menos es de quién sea la mano, lo importante es con quién voy.
Esas ese’s
El uso del inglés lleva más de medio siglo percibido en el mundo hispánico y buena parte del otro como señal de distinción. Ahora bien, como el tal uso requiere cierta corrección e incluso estudio, muchos nos conformamos con asimilarlo a bocaditos, e inyectar a nuestro cotidiano uso del español palabras, inflexiones y estructuras tomadas de la lengua de Shakespeare.
Así que no sabemos inglés, pero al menos procuramos que nuestro castellano se le parezca lo más posible. Sigue leyendo
Heterografía culinaria
A veces tengo la dicha y poca prisa de pasear por la ciudad a mediodía. Hora a la que los ojos se me van tras los apetitosos anuncios de menuses* que encuentro cada poco. Normalmente, lo que leo me corta el hambre de golpe, pero no precisamente por inadaptación a la rica gastronomía local. Me doy en cambio un festín de simpáticas correcciones (uno que no deja ya ni mentalmente el lapicero rojo…). Sigue leyendo
Homus políticus
No es errata: vean en esta foto la oferta fotocopiera de uno de los locales que proliferan, reales como los pavos, en las inmediaciones de la Universidad.
Ahora, ¿cómo me lo explico?:
a) Como todo el mundo sabe, todas las palabras en latín acaban en us y cosas raras como esas, así que era lógica la corrección. Errare humanus est.
b) Estrategia comercial: la palabra homo pudiera haber espantado a numerosos alumnos varones de pedir la separata en cuestión, celosos de su machuna fama.
c) Lo que primero se me ocurre siempre, aunque lo deje esta vez para el final: ¡es que no saben ni leer!
Master Plum attacks
La generación de mis padres todavía conocía, en dichos y canciones populares, al Maestro Ciruela. Picio era arquetipo de la fealdad (“El tío Lucas era más feo que Picio” tal vez sea la frase más memorable en toda la obra de Pedro Antonio de Alarcón), Lepe de la sabiduría (quién lo dijera), Calleja de la fantasía o del embuste, el Quico de la gula satisfecha y, así como Abundio o Pichote vendieron su coche para comprar gasolina, el Maestro Ciruela hizo lo que hizo.*
A cualquiera se le escapa un error, y muchos errores si son muchos los textos que tiene que escribir o corregir. De ahí que no sea caritativo hacer sangre con cada fallo que se encuentra en el trabajo de los pobres periodistas y traductores. Su trabajo debería requerir la serenidad del artista, pero se les imponen ritmos industriales** en tareas donde, de momento, una máquina no puede suplirles (cuando lo hace, suele ser peor). Vale la pena hacer colecciones de errores cuando estos tienen un efecto cómico, que nos permita atenuar la tristeza ante el maltrato a la escritura. Por ejemplo, el efecto irónico de leer las distracciones señaladas en naranja… a la luz de lo marcado en amarillo.
* Como dicen algunos profesores: ¡búscalo en internet!
** A mí mismo, la prisa me impide verificar si “master” es realmente, como aparenta, el mejor sinónimo para “maestro”: ¿no habría hecho mejor poniendo “Teacher”? Creo que sí, pero qué pereza a estas alturas.
… cuando quieren decir naturaleza
No hace tanto que hablar del “Planeta” era hacerlo de un premio de novela tan sustancioso como notoriamente amañado. Últimamente, sin embargo, el Planeta por antonomasia y que no se nos cae de la boca es este en el que estamos, o sea la Tierra. Lo que antes llamábamos, simplemente, el mundo, y los más relamidos alguna que otra vez, el globo.
Uso de los plural
Cada vez sospecho más de una peculiaridad del español hablado en Perú sobre la que nunca me han dicho nada. Quizá porque aún es germinal y, como los gérmenes, se va multiplicando, o bien porque yo antes no me daba cuenta y ahora me voy haciendo más sensible. Sigue leyendo
John y Jhon
John es un nombre típicamente inglés, o anglófono. Para peruanizarlo, basta con cambiar la hache de sitio y escribir Jhon. A qué se debe esto, no lo sé. Sospecho que, inconscientemente, se acerca la letra insonora a la jota como un indicador de que esta no se pronuncia de manera normal, sino como una ye (perdonen los españoles, pero aquí todos dicen ye como los académicos). O sea, que le estarían aplicando, muy creativamente, la norma que justifica la grafía “ch”.
Yo no tengo valor para decirle a un estudiante que, con arreglo a su origen, el nombre que lleva debería escribirlo diferente a como se lo pusieron sus padres. Pero a cada uno lo suyo: quienes me escriben “sir Jhon Falstaff” son penalizados. El caballero shakespeariano, que tan simpático solía caer a mis alumnos por ser borracho, cobarde, mujeriego, ladrón, embustero y, encima, gordo… es inglés, y no peruano. Qué consuelo.
Una cuestiona palpitanta
Me informa mi hija mayor: “Tú no estás a dieta, estás a dieto porque eres un chico”. Expío el tormento de incubar en mi propia casa una enemiga de la Academia, con la que le está cayendo, mediante este enlace a un ilustrativo artículo sobre géneros y lenguas.