(Para Castellano Actual)

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¿Y a quién se le ocurre recomendarle al lector de librería y cada día unas comedias del Siglo de Oro que ni siquiera son –como pasó otra vez– de las que mandan siempre en el colegio y cualquiera puede citar, venga o no a cuento?
Pues a mí. Bueno, y también a algún colega. Será que no descarto encontrar algún semejante entre mis lectores. Alguien que pueda entretenerse en la música y la trama de los versos de nuestro teatro barroco sin abrigar segundas intenciones filológicas o dramatúrgicas.
Eché mano de las pizarrías de Tirso porque me permitía tres por el precio de una, pero igual podrían haber sido La venganza de Tamar de este mismo autor, o mejor aún Los cabellos de Absalón de Calderón de la Barca (quién plagió a quién de estas dos obras, es algo de lo que me tengo que enterar cualquier día). O también La fuerza del natural, de Moreto. Y un etcétera que tampoco voy a presumir de que sea largo, pero que no he renunciado a seguir extendiendo.
Son obras en las que late mucha vida todavía.