El doctor Carlos Hakansson, gran constitucionalista y, con nosotros sus amigos, gran cinéfilo, me exhortó a la salida del cine a escribir esta notita. Y eso que mi experiencia como lector o espectador de historias de superhéroes está lejos de ser la de un aficionado. Sin embargo, de lo visto y lo escuchado a lo largo de mi vida, incluyendo fuentes indirectas, me he armado una clasificación de tres fases, según la manera en que los superprotagonistas se relacionan con su medio:

1. El superhéroe como criatura única y excepcional dentro de un mundo más o menos realista. Supongo que es el estado primario en que nacieron este tipo de personajes. El héroe afronta desafíos que podríamos considerar reales o verosímiles, que igualmente podrían estar al alcance de otro tipo de héroes de ficción aventurera (pongamos que el típico agente secreto). Este podría ser el caso del primer
Superman de Richard Donner (1978), de la trilogía de Batman por Christopher Nolan (e incluso, en parte, el primero de Tim Burton).
2. Consecuencia lógica del éxito de esta fórmula es la necesidad de hacer secuelas que le pongan las cosas cada vez más difíciles a un héroe superdotado. La extensión de estas, más la tentación de crear universos coherentes con los de otras narraciones, no llevan simplemente a tramas cada vez más complicadas y, sobre todo, espectaculares, sino a la proliferación. Los superhéroes y sus superantagonistas pululan per urbe et orbe, se tratan entre ellos, se asocian, se enfrentan… A mí esta superpoblación es lo que más me ha alejado del género,* y me divirtió bastante ver cómo la parodiaban en Mystery Men (1999) o en el muy español Supergrupo.
3. La vertiente metaficcional: el mundo recreado en la historia conoce el concepto del superhéroe pero lo trata como si fuera una ficción, que inesperadamente salta al plano de la ‘realidad’, es decir, de la trama principal. Este podría ser el caso de Kick-Ass (cuyo primer referente bien podríamos hallarlo en el Quijote), o bien el de la trilogía que M. Night Shyamalan acaba de concluir con Glass.

Supongo que esta trilogía aún no la tenía el autor en mente cuando estrenó en 2000 el primer título,
Unbreakable (no acabo de verle la gracia a titularla
El protegido). Me gustó, aunque no dejó de parecerme un episodio amplificado de la serie televisiva
The Twilight Zone, como igual me lo parecieron
El sexto sentido,
La aldea o
Señales, las otras películas de Shyamalan por aquel entonces.
Demorado hasta 2017, el segundo título, Split (traducido en España Múltiple pero en América Fragmentado, que ya son ganas de llevarse la contraria), era una eficaz película de horror completamente autónoma, que no revelaba nexo alguno con Unbreakable hasta sus últimos minutos. Carecía de cualquier referencia al mundo de los superhéroes, pero su desenlace la transformaba en el prólogo necesario para Glass, al haber presentado a su tercer personaje.
Glass, por último, equilibra muy bien las dosis de suspenso —lo que mejor se le daba al autor—, reflexión intelectual y acción. Es muy interesante cómo retoma y amplía en sus diálogos el asunto de la actualizacion de mitos y arquetipos que supone el género de superhéroes, y desde luego contribuye a tomárselo más en serio (les recuerdo que no soy fan del género).
Todo muy bien hasta aquí, pulgar arriba y hasta boca abierta. Sin embargo, cuando pasa al mensaje final y que pretende ser universal, acerca de lo importante que es la aceptación y exhibición de las propias aptitudes, por muy válido que pueda ser este, me parece que es como pasar del tono de
El caballero de la noche al de
Los Increíbles. Los sucesivos epílogos del cine, del sobrecogedor al esperanzador, van perdiendo intensidad, al contrario que
el cierre de Nolan a su trilogía batmaniana.

*Si yo hubiera participado en Glass, probablemente lo habría hecho con un trébol tatuado en la muñeca. Me entenderá quien la haya visto.
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A mí me llama la atención que el que en un principio es el villano de la historia porque ha matado a cientos de personas acaba convertido en víctima e incluso en “bueno” por oposición a tu banda del trébol y gracias a sus vídeos de Youtube .
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