Cuatrocientos años de la segunda parte del Quijote. Además de cuatrocientos diez de la primera, cuatrocientos uno del apócrifo de Avellaneda, trescientos noventa y nueve de la muerte de Cervantes… cualquier ocasión es propicia para volver a la gran novela y dedicarle unas meditaciones (las de Ortega y Gasset, por cierto, cumplen 101 años). A mí me obliga a ellas, en el mejor sentido, el nuevo cuestionario de Ioanna Gallo, que dio material para esta entrevista, y para mi recomendación (hace tiempo prometida) del Ingenioso Hidalgo. Y todavía ha sobrado material que queda para otro día.
Algo que también se quedó fuera, no sé si por hacer la entrevista más breve o menos malévola, es una opinión sobre el humor en el Quijote: Es efectivo no solo por la frustración humillante de las ilusiones de don Quijote, sino porque este es el personaje que está siempre más seguro de sí mismo, que trata de apabullar a quienes le rodean mucho más con sus discursos (tan razonables y eruditos, y tan largos) que con su actuación. No solo él acaba burlado, sino también quienes le hacen caso. A todos nos gusta ver que los pedantes se equivocan, ya sean el payaso listo o el Pitufo Gafitas.
La rescato no tanto por puntilloso como porque tal vez sea mi más original, aunque modesta, aportación al cervantismo.